“El gran fin del Instituto es dar a la Patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor”. Esta es la frase con que Fray Camilo Henríquez reflejó lo que debía ser el Instituto Nacional Literario, Económico, Civil y Eclesiástico del Estado de Chile, cuando junto a Juan Egaña, Manuel de Salas y Francisco Echaurren planearon la creación del establecimiento y se la plantearon a José Miguel Carrera en el año 1813.

Durante 206 años ha sido el bastión de la educación pública de Chile. En sus aulas han sido formados dieciocho Presidentes de la República, más de treinta premios nacionales e incluso un Presidente de la República del Perú. 

No por nada su condición de emblemático. La calidad de su modelo educacional que ha sido forjada desde los inicios de nuestra historia republicana y ha marcado el desarrollo de nuestra nación, convirtiéndolo en el modelo y referente de lo que debe ser la educación pública en Chile. 

Conflictos en el Instituto Nacional ha habido muchos en el transcurso de su historia y de cada una de ellas han aparecido grandes hombres que han ayudado a fortalecerlo. Y nunca durante sus más de doscientos años nadie siquiera ha imaginado que la solución a una crisis sea cerrarlo.

La crisis que vive hoy y que tiene enfrentado a distintos sectores pareciera que no responde sólo a un tema educacional. Los estudiantes han venido manifestándose desde hace unos años por el deterioro de su calidad formativa e infraestructura. Y lo han hecho con métodos que no siempre son los más democráticos y dialogantes. Pero los jóvenes aprenden de sus modelos y, claramente, nuestra clase política hace tiempo ya que perdió la capacidad de dialogar, con una nula capacidad de resolver conflictos y mostrando casi siempre conductas agresivas a través de un lenguaje virulento y descalificador.

Un país democrático no puede permitirse estos comportamientos de la clase política, gremial y menos de sus estudiantes. Tampoco puede aceptar que los conflictos no se traten como es debido, poniendo los intereses particulares de cada sector por sobre aquello que beneficia a la sociedad toda.

Por eso no pueden estar en el Instituto los que se manifiestan de manera violenta. Los que delinquen deben ser expulsados, quienes desde el interior del Instituto sólo buscan beneficios políticos no deben ser tolerados, como tampoco es aceptable que haya quienes buscan solucionar el conflicto obteniendo una ventaja política pequeña.

Quien plantee que la solución es cerrar el establecimiento no es legítimo para sentarse a la mesa a conversar. Para encontrar una solución a la crisis que se vive, los involucrados deben dialogar mirando siempre lo que planearon sus fundadores. Se debe recuperar su sentido primario y dejar que sus aulas sean las formadoras de los liderazgos de la nación en base a la ética y el sentido social. Eso es lo que todo un país espera de ver para resolver esta crisis.

Alex Acosta M.

Presidente ejecutivo Schwager Service S.A.