Creo importante hacer una pausa en el ajetreo que se instala en estas fechas. Muchas veces la agitación de fin de año, llena de actividades escolares, cierres de gestión en el trabajo, planificación de vacaciones de verano y, por supuesto, la compra de presentes navideños, nos hacen olvidar el real sentido de estas fiestas y del por qué nos reunimos en familia para compartir en torno a una cena especial, un árbol navideño y muchos niños con la ilusión por la pronta llegada de ese “viejo querido” que nos visita cada año para entregarnos regalos.
Más allá de la creencia religiosas que cada uno de nosotros profese, la navidad es un momento especial, donde tenemos la oportunidad de renovar nuestros cariños con un gesto o un obsequio, recordando de esta forma la travesía de tres viajeros que, siguiendo una estrella por varios días, recorrieron un largo camino para compartir la buena nueva que se estaba produciendo y que venía a renovar compromisos con la humanidad.
De ahí viene la palabra navidad, del latín “nativitas” y que significa natividad o nacimiento. La llegada de un niño siempre en una familia va a significar una inmensa alegría, renovando la ilusión y la esperanza en el futuro del grupo familiar. Por eso, la navidad, como todo nacimiento, es una ocasión que trae consigo la renovación de compromisos y de resaltar sentimientos tan profundos como el amor y la solidaridad.
Todo esto no debe ser ajeno a la realidad de una empresa o cualquier organización. Porque las personas que forman parte de una compañía son un grupo humano que gasta gran parte de su día juntos, debiendo compartir muchas veces sus alegrías (y también sus tristezas) y construyendo unidos el futuro laboral y personal de cada cual y también el de sus familias.
Es por eso que en una organización todos deben colaborar siempre a construir un espacio de unión y armonía. Donde cada persona pueda sentir que todos son valiosos para conseguir el objetivo propuesto. Donde cada cual cumple un rol que es de importancia y que le hace sentir que nadie sobra y que todos son importantes.
En un espacio de ese tipo se construyen los grandes equipos de trabajo, con personas capaces de aportar, colaborativos y dispuestos a apoyar a la persona que se tiene al lado. Sólo de este modo, cuando se llega a sentir que no se es capaz con lo que se ha propuesto, exista la capacidad de pedir o entregar ayuda y saber que va a estar disponible. Sólo de esa forma se generan las confianzas (como en una familia) y se renueva de manera permanente el compromiso con el equipo y con la empresa.
Por eso, en esta fecha les propongo que nos detengamos. Que hagamos un alto para reflexionar sobre esta vorágine que acostumbramos a vivir y nos preguntemos si responde a la sociedad, la familia o la empresa que deseamos construir. Aprovechemos esta oportunidad para pensar en cómo podemos hacer de este momento un espacio para la unión, la colaboración y la confianza entre las personas. Y también que este momento de pensar nos permita entender que las personas no construyen familia y confianza sólo en sus hogares, sino también en la empresa y, por lo tanto, tenemos la oportunidad de contribuir y construir espacios donde cada cual sienta que no va a quedar solo y que en momentos de dificultad encontrará la ayuda que necesita.
Alex Acosta M.
Presidente Ejecutivo Schwager S.A.