En las últimas semanas se ha instalado la discusión en el emblemático Instituto Nacional sobre si modificar su modelo educativo a uno de educación mixta. Incluso se realizó una votación en que participó la comunidad educativa para que, a través de un acto democrático, se pudiera resolver sobre un tema que ha generado una importante discusión académica en sus aulas.

Pero el tema de fondo no tiene sólo que ver con definir sobre si este colegio, que ha sido el formador de 18 presidentes de la república, debe ser mixto o exclusivamente para varones. De lo que se está hablando aquí es sobre la discusión instalada en nuestro país desde hace ya algunos años y que tiene que ver con la posición y el rol de la mujer en nuestra sociedad.

Sin duda, los valores, la filosofía y las creencias de un país se van construyendo a lo largo de la historia y, sobre todo, a través de sus distintas instituciones. Una de las más importantes en este proceso es el sistema educativo, lugar donde nuestros hijos pasarán al menos catorce años formándose en torno a conocimientos, pero también a conductas, miradas, opiniones, sistemas y definiciones que se van haciendo parte de un paradigma, y que es la base de lo que construimos y somos como sociedad.

La sociedad humana está definida en su esencia por el hombre y la mujer. Sin esta condición sería imposible pensar siquiera en la preservación de la especie. Es parte de la naturaleza humana la complementariedad que debe existir entre el hombre y la mujer. Por tanto, es imposible pensar en el desarrollo armónico de una sociedad si no permite una integración total y adecuada de esta condición.

Desde esa perspectiva, aparece como una cosa natural que el modelo educativo sea mixto. Resulta muy difícil pensar que se genere un modelo social donde mujer y hombre puedan desarrollar y ejercer su rol debidamente, si en la formación de nuestros niños ocupamos un modelo segregador y no integrador.

La mujer y un hombre son distintos por naturaleza. Pero esta diferencia no significa que deban ser educados y formados de manera distinta. Significa que el modelo educacional debe saber incorporar en su filosofía la complementariedad, donde hombre y mujer cumplen roles distintos en el desarrollo, donde cada cual pueda aportar desde su fortaleza natural. Hombre y mujer se unen para procrear y también para educar. Cada cual aporta una mirada diferente en este proceso, cada quien tiene algo que aportar desde su diferencia, desde su emocionalidad, desde su razonar y desde su afecto para que ese niño, sea capaz de seguir aportando al crecimiento del grupo social.

Las mujeres han cumplido un rol esencial en la historia de nuestro país, liderando importantes avances y haciendo grandes aportes a la vida social; incluso criando y formando a importantes personajes de nuestra historia. Los hombres también han hecho lo suyo, pero sin duda, ni uno ni lo otro hubiera sido posible sin la existencia de los dos como seres complementarios y que sin el otro ni siquiera hubiesen existido.

Alex Acosta M.

Presidente Ejecutivo

Schwager Service S.A.