Hace unos días el Ministerio de Minería junto al Sernageomín lanzaron una campaña orientada a eliminar los accidentes fatales en la minería. Son muchos los avances alcanzados en esta materia en los últimos años. Disminuyeron en más de un 50%, entre 2013 y 2017, llegando a sólo 12 accidentes fatales en el último período; la cifra más baja de la que se tenga registro.

Sin embargo, al mirarlo más allá de un número, debemos darnos cuenta que se trata de un trabajador muerto al mes. Cifra impresionante si pensamos que se trata de personas que tenían toda una vida por delante, con familias, hijos, sueños y todo un futuro truncado producto de un instante en que algo no se hizo bien.

La campaña lanzada por los organismos gubernamentales se hizo sobre la base de identificar aquellas situaciones de riesgo prevalentes en las faenas y que son las que han generado los accidentes fatales mencionados.

Sin embargo, no basta saber cuáles son las situaciones que han generado la muerte de estas personas. Es imprescindible ocuparse de los aspectos conductuales que permitieron que en esas doce ocasiones las cosas salieran mal.

Al menos el 90% de los accidentes en la minería se producen por problemas conductuales, ya sea porque no se cumplieron procedimientos establecidos previamente, no se realizaron las planificaciones adecuadas de las tareas o, simplemente, no se actuó ni cumplió de manera rigurosa con las medidas de seguridad que fueron definidas previamente.

Desde esta perspectiva, nunca va a estar demás recordar que la seguridad es una tarea de todos. Que a pesar de que la responsabilidad legal de la seguridad en una faena está radicada en el empleador, son las personas las que deben mantener una conducta segura y rigurosa para evitar cualquier eventualidad.

Son las personas las que finalmente ejecutan las actividades y tareas específicas, por lo que el compromiso de cada persona, la rigurosidad en el cumplimiento de los procedimientos, el uso de herramientas adecuadas y de los elementos de protección personal, resultan imprescindibles para evitar exponerse a los riesgos.

Pero no basta con ello. Se requiere de una actitud orientada a la seguridad y, por sobre todo, de una conducta segura permanente, donde cada acción sea evaluada previamente y que cada trabajador entienda que existe una familia que espera por él al término de cada jornada.

Alex Acosta M.

Presidente Ejecutivo Schwager Service S.A.