Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres y donde el futuro aparece siempre como incierto. Pero existe un elemento que es muy positivo en lo incierto, y es que nos mantiene despiertos y alertas al entorno y lo que pueda suceder.
Esta incertidumbre nos obliga a movilizarnos, a hacer cosas para tratar de que el devenir vaya por el rumbo que nosotros buscamos. Por eso, cuando se vive en un mundo incierto no basta con adaptarse. Se debe ser capaz de poner la atención en lo que viene e intentar generar las condiciones de lo que será el futuro.
¿Qué se requiere para eso? No basta con la individualidad. Se debe recurrir a la esencia misma del ser humano y que es su condición de ser gregario, ya que ahí nace la colaboración. El ser humano ha requerido vivir en comunidad para poder evolucionar y desarrollarse. Porque no basta con la genialidad o las ideas de uno solo. Se requiere de integrar ideas, de compartir visiones y donde toda persona tiene el potencial de aportar para encontrar soluciones.
Es desde esta perspectiva que la idea de sistema mirada desde fuera, como un ente externo, deviene obsoleta. Por esencia somos parte del sistema y cada uno debe ser capaz de dejar su huella en él. Este sello sólo será posible si somos capaces de percibir el futuro de manera colectiva y colaborativa, reconociendo nuestras limitaciones y entendiendo que un individuo no puede hacer y tener todo y que existen otros que lo complementan y lo completan en su capacidad de dejar vestigio.
Las organizaciones y las empresas deben funcionar bajo esta misma lógica. Esto se logra a través de un despertar ético, porque lo que busca la ética nunca ha sido no cometer errores, sino que la plenitud como seres humanos. Busca no sólo el bienestar de cada cual, por sobre todo busca el bien para cada cual.
Entonces, para disminuir la incertidumbre, tanto en la sociedad como en las empresas, se requiere de una cultura de la integridad, que aúne e integre a todos sus miembros.
Esto debe entenderse no sólo por un tema de cumplimiento de normativas. Nadie se transforma o se siente parte de una cultura por la existencia de un código o una norma determinada. Debe entenderse porque responde a la esencia misma del ser humano y tiene que ver con el bien.
De acuerdo a esto, las normas en una organización deben responder a una coherencia normativa, entre los valores y las decisiones. No basta con un listado de valores escritos y enmarcados en una pared, sino que debe estar basado en elementos intransables para todos.
Sólo de esta manera existirá certidumbre. Donde todos saben cuál es su rol y su aporte y que, en la medida que cada cual cumpla con lo suyo, la organización completa avanzará.
La integridad genera colaboración y esto reciprocidad. Cuando hay justicia y equidad se generan las condiciones para el desarrollo integral del ser humano y también de las empresas.