El año 1980 Chile tenía el quinto PIB per cápita en Latinoamérica. A partir de la crisis de 1982 cayó al séptimo puesto, lugar que ocupó hasta 1988 cuando su crecimiento comenzó a incrementarse de manera sostenida llevándolo a alcanzar el primer lugar junto a Argentina en 2002. Desde ahí en adelante el país no sólo se mantuvo en ese primer lugar, sino que ha ido consolidando su posición alejándose del resto de los países en forma significativa.
Si analizamos el comportamiento de otras naciones podemos constatar, por ejemplo, que, Venezuela mantuvo el mayor PIB per cápita de Latinoamérica hasta 1996. Desde ahí en adelante, en 22 años ha sufrido un decrecimiento que lo ubica hoy en el último lugar entre estos países.
El caso de Argentina es algo distinto. En 1980 tenía el segundo Producto Interno Bruto después de Venezuela y a fines de los noventa ocupó el primer lugar. Sin embargo, al revisar las cifras se constata que, en los últimos, a pesar de mantener una posición privilegiada entre los tres primeros lugares, su crecimiento se ha detenido perdiendo de manera considerable competitividad.
¿A qué se debe este comportamiento? A mi entender todo radica en la estabilidad. En las cifras se aprecia que la consolidación de la democracia en América Latina contribuyó al crecimiento de los países y, por tanto, al mayor bienestar de sus ciudadanos. La democracia fue sinónimo de estabilidad y ésta de mayor bienestar, no sólo político, sino también económico.
La estabilidad en Chile se ha construido a pulso. El país ha sido capaz en estos años de lograr acuerdos básicos sobre cómo debe avanzar y desarrollarse el país y ese marco no ha cambiado significativamente (ninguna generación tuvo acceso ni disfrutó del bienestar material que tiene hoy).
Esta es la base esencial para conseguir que una sociedad, y también una empresa, puedan crecer. Cuando no existe diálogo, cuando no existe capacidad de lograr acuerdos, se pierde el norte y terminan destruyendo lo que se ha construido.
La realidad de las empresas no es distinta. Las organizaciones de este tipo requieren de estabilidad y de grandes acuerdos para poder crecer. Y esto se logra sólo en base a diálogo permanente y con una estructura equitativa que entregue lo que los clientes, trabajadores y accionistas esperan. Porque no basta con tener remuneraciones de mercado y calidad de servicio al cliente. También es importante la rentabilidad, que es uno de los pilares de una empresa y que hoy debe fortalecerse, recuperarse.
Nuestra experiencia en Schwager ha sido en base a ello. Tenemos acuerdos beneficiosos con nuestras personas que nos han permitido crecer. Acuerdos en que cada cual siente que existe una condición de equidad que le permite desarrollarse individual y colectivamente. Acuerdos que nos han permitido generar más de mil empleos nuevos en seis años y no tener conflictos en todo este tiempo.
Pero esto se debe trabajar cada día. Por eso incentivamos los espacios de diálogo, promovemos el fortalecimiento de las organizaciones de trabajadores y nos preocupamos de manera permanente en generar condiciones seguras que garanticen la integridad física de cada uno de ellos.
En definitiva, creemos que el diálogo genera estabilidad y ésta permite el crecimiento. Porque es entre todos que se construye el futuro y el de una empresa también y es en base a esos objetivos que deben trabajar las empresas en Chile hoy.