Un nuevo año es el inicio de una nueva etapa. Y como toda cosa nueva, siempre es una oportunidad. La oportunidad de renovarse, de re-crearse, de un renacer en el más amplio sentido de la palabra.

 

Cada año que se inicia se convierte en una oportunidad para evaluar y decidir qué camino se desea tomar en este transitar. Es la oportunidad de hacer una evaluación en el cierre de año que finaliza, valorar lo logrado y reconocer aquellos errores y las alternativas de mejorar en la gestión, pero, sobre todo, en la vida misma. Y es así como se abre la oportunidad de fijar un rumbo, uno nuevo de ser necesario, de renovarse y apostar siempre a seguir creciendo.

 

Porque un nuevo año, como toda nueva etapa, trae consigo la ilusión de que todo lo negativo queda atrás. La esperanza de hacer borrón y cuenta nueva, de hacer tangible la opción de reinventarse siempre, porque siempre los nuevos comienzos vienen teñidos de quimera y con la energía de hacer cambios y mejorar.

 

Es la oportunidad de comprometerse de nuevo, de mirarse y definir en qué se puede progresar. Establecer cómo se puede obtener lo mejor de un equipo de trabajo y de cada uno de sus integrantes. Y también precisar qué aspectos pudieron hacerse mejor y qué es lo que se debe realizar para obtener un mejor resultado.

 

Pero no se parte desde cero. Por lo que debe mirarse, además, aquello que fue bueno. Observar con calma y reconocer aquello que fue bien hecho y cuáles fueron los elementos que permitieron que aquello fuese así. Porque lo bueno no se corrige, sino que debe reforzarse, potenciarse y estimularse, para que se siga haciendo de la misma forma y exista un campo fértil para que los nuevos esfuerzos germinen y broten los frutos que se están buscando.

 

Aunque no todo en la vida es lo laboral. Lo más importante está en lo personal. Porque para crecer también es imprescindible renovarse y buscar mejorar siempre. Y es ahí donde debe existir la claridad para saber distinguir lo que verdaderamente es importante en la vida.

 

En lo personal, aquello que es importante, sin duda, radica en el amor. El amor de familia, el amor por lo que uno hace, el cariño y la emoción que se pone en aquellas cosas que realmente nos hacen vibrar. Porque estoy convencido que en el amor está la base de la felicidad; fin último de la vida de toda persona.

 

Por eso es que la mirada que ofrezco hoy tiene que ver con la búsqueda de la felicidad. Y esta búsqueda debe ser permanente y en todo momento. Explorar para poder construir espacios donde los que nos rodean sientan que pueden desarrollarse en la felicidad. Y eso implica familia, amigos, empresa y cualquier otro ámbito de la vida diaria.

 

El llamado entonces es, en esta nueva etapa que se inicia, a renovarse, a que se puedan hacer nuevos compromisos, a reforzar lo que nos hizo crecer y a buscar formas de mejorar aquellas que nos permitan seguir desarrollándonos. Y ahí es donde el amor, como base de la felicidad, entra a jugar un rol fundamental.

 

Alex Acosta M.

Presidente Ejecutivo Schwager Service S.A.